Cambiar las opciones y apuntar al lucio
Cuando la pesca de la trucha no me proporciona tanta alegría como debería, cambio de opción. Mi elección me lleva entonces a otros lugares y otras técnicas. Me gusta especialmente pescar carnívoros con peces muertos. Para ello, prefiero dos destinos: el embalse de Lavalette, en el Lignon, y los estanques de Bas-en-Basset, a orillas del Loira.
Fue un año especial para mí. No recuerdo cuál, creo que fue en los años ochenta. Durante unos meses, viví un periodo extremadamente bueno para la pesca del lucio. Ese año, en mi primera salida de pesca a la presa de Lavalette, pesqué cuatro peces y también tuve un gran número de picadas y anzuelos. La semana siguiente, decidí, sin hacerme ilusiones, volver a pescar lucios, pero con un cambio de destino: los estanques de Bas-en-Basset. ¡Bis repetita! Por segunda vez, ocurrió lo mismo. La captura fue incluso mejor que la del jueves anterior. tengo mucha suerte", pensé, "¿a no ser que me haya convertido en un excelente pescador?

Pesca del lucio con peces muertos
Había perfeccionado un aparejo completamente original para peces muertos: el equipo era casi invisible. Después de unas cuantas salidas, tan productivas como siempre, le pedí a mi amigo Georges que me acompañara, sin hablarle de mi famoso aparejo. Era nuevo en este tipo de pesca y quería compartir con él estos momentos mágicos. Evidentemente, pero más insidiosamente, quería saber si yo era el mejor y si mi método podía revolucionar la pesca del lucio. Quizás había inventado un truco infalible
El viaje de pesca no resultó como esperaba. Pero fue igual de emocionante. Levantados al amanecer, engullendo café y con las capuchas bien puestas, pescamos de maneras completamente distintas el uno del otro. Ambos capturamos muchos peces. Así que volvimos juntos muchas veces en los meses siguientes, alternando entre los dos sitios. Tuvimos una pesca estupenda. Luego, las picadas se hicieron más raras y, poco a poco, tuvimos nuestros primeros fracasos.

Cuando hoy recuerdo aquel suntuoso periodo, acurrucado en mi sillón al anochecer, dando vueltas a los troncos de la chimenea, pienso en lo cerca que estuve de ser el mejor pescador de lucios de mi generación.
Sí, lo admito, le creí.. ¡Qué vergüenza!