Para comprender el verano, es importante conocer al menos las características de esta estación y las modificaciones que implican en el medio acuático y, por tanto, en el comportamiento de las carpas. Con unos conocimientos básicos, nos resultará más fácil elegir los lugares de pesca y establecer un planteamiento adaptado.
Los fenómenos del verano
En verano, los días suelen ser calurosos y a veces se produce un fenómeno de acumulación debido a las noches sofocantes. Por supuesto, una temperatura elevada reduce el tiempo de digestión, pero el nivel de oxígeno disuelto, a veces bajo, inhibe este proceso. Nuestra pesca se vuelve entonces muy incierta. Esperar a que las condiciones climáticas sean óptimas significaría muy a menudo secarse al sol.
Por tanto, lo mejor es ocuparse de ello. El comportamiento de la carpa dependerá de dos factores muy importantes: la temperatura del agua y el nivel de oxígeno disuelto. Los peces buscan constantemente zonas en las que encuentren un buen equilibrio entre estos dos factores. La mayoría de las veces, las carpas viven en zonas de confort y se alimentan poco o nada.
Cuando el agua se convierte en sopa
En verano, al igual que el aire, el agua está muy caliente. En el menú, casi todos los días hay sopa. En general, las aguas poco profundas son cálidas y homogéneas, pero en los lugares más profundos se genera la famosa termoclina. De hecho, en nuestro país templado, la mayoría de los lagos profundos se dividen en estratos de temperatura.
El epilimnion
La capa superior, llamada epilimnion, estará caliente. Es este epilimnion el que, expuesto al viento, renovará más su oxígeno. Por el contrario, el hipolimnion, es decir, la capa inferior de agua, estará frío. Sin embargo, a medida que avance el verano, irá perdiendo el oxígeno disuelto.
Estas dos capas no se comunican entre sí debido a la termoclina que las separa y que limita o incluso impide por completo el intercambio de temperatura y oxígeno. Por estas razones, los peces pasan la mayor parte del tiempo en las capas superiores, ya que allí encuentran cierto bienestar, como habrás comprendido.
En los ríos, cuanto más fuerte es la corriente, más baja es la temperatura. La temperatura y la oxigenación determinarán, por tanto, nuestra pesca y deberán llevarnos a tomar las decisiones correctas en el planteamiento y en la elección de los lugares.
La complejidad de la pesca estival depende sin duda de estos dos factores, pero también se ve acentuada por: abundancia de alimentos, plagas muy activas, mayor proliferación de malas hierbas de todo tipo, mucha gente al borde del aguaâeuros¦
Las condiciones óptimas
Las condiciones para que se produzcan muchos impactos son bastante raras en verano. La temperatura y el nivel de oxígeno disuelto deben ser altos. Por eso, un viento fuerte en verano puede desbloquear a menudo situaciones que llevan días o semanas congeladas. Permitirá que las distintas capas de agua se mezclen y tengan finalmente una temperatura y una oxigenación adecuadas.
Del mismo modo, una tormenta con una caída de presión será muy eficaz, pero éstas son más bien raras, mientras que las tormentas más clásicas y generalizadas serán casi ineficaces. Por supuesto, se observa un sistema de bajas presiones con cada tormenta, pero suele ser demasiado débil y rápido para influir en nuestros resultados a largo plazo. Así que, sí, una lluvia intensa desencadenará actividad, sobre todo en aguas estancadas, pero será efímera. Así, las condiciones de salvación a veces se retrasan y nunca llegan.
¿Buena temporada o pesadilla de pesca?
Aparte de una respuesta categórica, es necesario dominar el verano lo mejor posible para encontrar soluciones que no sean milagrosas, pero que permitan obtener resultados interesantes combinados con placer. Como siempre, y el verano no es una excepción, ¡hay que adaptarse! Repasaremos los distintos enfoques al respecto en un próximo artículo.
