Recuerdo de pesca / Cussac-sur-Loire, una hermosa piscifactoría de segunda categoría

Una salida de pesca es siempre una aventura. Divertida, excepcional o decepcionante, trae su cuota de sorpresas. Pero algunos días se recuerdan mejor con una cruz blanca.

El majestuoso Loira

El último recuento, de 2021, cifraba en 1663 el número de habitantes de Cussac. En Cussac-sur-Loire, pequeño pueblo cercano a Le Puy-en-Velay, no encontrarás tesoros de arquitectura románica, ni vestigios de un flamante pasado medieval. En cambio, la ruta del Loira que lo atraviesa es muy atractiva. El Loira es majestuoso, a veces lánguido en largas y anchas simas, a veces ardiente con corrientes rápidas y bien oxigenadas.

Aquella mañana, Julien, nuestro guía local, tuvo a bien llevarnos a J.L. y a mí al borde de un gran campo de alfalfa. Nos detuvimos de repente como spaniels bretones y vimos a Messire Goupil merodeando entre la maleza. Empezar nuestra excursión de pesca contemplando un zorro parecía mejor presagio que cruzarnos con un gato negro.

La mañana estuvo llena de consejos y descubrimientos, pero las truchas y los tímalos se resistían a dejarse ver. Julien decidió cambiar de sector. Al llegar justo debajo de la confluencia de los dos brazos del río, el espectáculo lo proporcionó un soberbio buitre leonado posado en un gran árbol seco. Cuando el enorme carroñero saltó de su percha y remontó el cauce, un escalofrío recorrió nuestro grupo.

Las truchas salen de su letargo

La pesca volvió a tomar el relevo y unas cuantas truchas fueron víctimas de nuestras ninfas. La hora era ahora cálida. Esto propició el encuentro con una deslumbrante ondina dispuesta a bañarse en el agua cristalina de una hermosa cuenca excavada en el lecho rocoso. Tranquilos, tras unos cuantos comentarios elogiosos, incluso halagadores, la atención volvió rápidamente al perfil del río.

A última hora de la tarde, el sol empezó a desvanecerse un poco. Aparecieron las mayflies y otras caddisflies, y las truchas salieron de su letargo. Al final del día, fue J.L. quien puso fin a la fiesta. Tras una lucha encarnizada bajo el follaje, evitando un resbalón sobre los grandes guijarros, consiguió guiar una magnífica y muy valiente trucha fario hacia mi red de desembarque. Era más larga que mis dos manos extendidas y la devolvimos a su elemento con una admiración sin límites. ¡Qué día! La decisión se tomó en el acto: ¡volveremos a Cussac-sur-Loire!

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