Una especie en peligro
La situación es urgente: la anguila europea, una especie misteriosa y fascinante, está ahora clasificada en peligro crítico. Desde la década de 1980, sus poblaciones se han reducido en más de un 90% en Europa. Las angulas -los diminutos alevines que remontan nuestros estuarios cada invierno- ya sólo llegan a nuestros ríos en pequeñas cantidades. Nadie discute la gravedad de la situación: la anguila está desapareciendo ante nuestros ojos. Pero la respuesta propuesta por el Estado, en forma de propuesta de moratoria destinada a prohibir la pesca recreativa, ha suscitado indignación.
La anguila europea es una especie migratoria extraordinaria. Nace en el mar de los Sargazos y recorre más de 6.000 km para reproducirse una sola vez antes de morir. Sus larvas cruzan el Atlántico, se convierten en angulas en nuestras costas y remontan nuestros ríos para crecer. Este ciclo fascinante, frágil y único nos recuerda hasta qué punto esta especie merece nuestra atención.

Una moratoria que sólo afecta a los aficionados
Ante todo, esta decisión es una injusticia flagrante. Los pescadores aficionados, ya sujetos desde 2010 a normas estrictas -períodos limitados a euros, tallas mínimas, libro de capturas obligatorio-, quedarían ahora totalmente excluidos. Sin embargo, sus capturas siguen siendo marginales a escala nacional.
En Bretaña, por ejemplo, el total de capturas declaradas por los aficionados en 2023 fue de sólo 12,5 toneladas. En comparación, sólo los pescadores profesionales de las UGA costeras del Loira y la Vendée declararon más de 25 toneladas de angulas para la temporada 2023-2024. Y a escala nacional, el Gobierno acaba de autorizar una cuota récord de 65 toneladas de angulas para 2024-2025, es decir, más que en 2010, a pesar de que las poblaciones no han dejado de hundirse desde entonces. La injusticia está ahí: prohibición de las actividades de ocio, pero aumento de las autorizaciones para los profesionales.

Cifras controvertidas
Para justificar la moratoria, las autoridades presentaron una estimación de 700 toneladas de anguilas amarillas capturadas cada año por pescadores recreativos. Pero esta cifra, esgrimida como una verdad científica, es ampliamente discutida. Se basa en datos antiguos, extrapolados de muestras limitadas que a menudo tienen más de diez años. Desde entonces, la normativa se ha endurecido: prohibiciones nocturnas, restricciones de artes de pesca, libros de capturas obligatorios, cuotas individuales. Todas estas medidas han reducido mecánicamente las capturas de los aficionados. Seguir utilizando esta cifra hoy en día es más una cuestión de intención que una evaluación objetiva.
Esta debilidad estadística revela también la fragilidad de la afición: a falta de datos consolidados y comunicados a escala nacional, los pescadores aficionados tienen dificultades para demostrar el impacto limitado de su práctica. Existen registros de capturas, pero su uso es fragmentario y poco explotado. En consecuencia, la pesca recreativa se encuentra impotente ante decisiones políticas basadas en cifras aproximadas, sin posibilidad real de defenderse.
El dinero antes que la ecología
¿Cómo justificar que se prohíba el acceso a los ríos a los pescadores aficionados, que capturan volúmenes modestos de peces destinados a menudo al consumo familiar, cuando al mismo tiempo continúan e incluso se intensifican las capturas profesionales de angulas, la fase más vulnerable de la especie? Todo hace pensar que el dinero es más importante que la biología: las angulas, exportadas o utilizadas en programas de repoblación financiados, o simplemente para el consumo humano, constituyen un mercado lucrativo cuyos intereses no queremos perjudicar.

Las verdaderas causas del declive
Al centrarse únicamente en la pesca, el proyecto desvía la atención de las causas subyacentes del declive. Las presas y otras estructuras fragmentan los ríos, impidiendo a las anguilas migrar río arriba a sus zonas de cría. La contaminación industrial y agrícola está degradando los hábitats. La caza furtiva, por su parte, sigue alimentando un comercio clandestino muy rentable, a pesar de las espectaculares incautaciones que realizan cada año los agentes de la OFB. Es ilusorio creer que prohibir la pesca recreativa bastará para invertir la tendencia.

Para una auténtica política de protección
Si Francia quiere realmente salvar a la anguila, necesitará coraje político: reducir las cuotas profesionales, atajar el mercado de la angula, restablecer la continuidad ecológica de los ríos e intensificar la lucha contra la caza furtiva. De lo contrario, la moratoria actual no será más que una cortina de humo, una medida simbólica que sacrifica a miles de aficionados sin abordar los verdaderos problemas.
La anguila se merece algo mejor que una decisión dictada por el dinero. Merece una política justa, ambiciosa y equitativa.