Recuerdo de pesca / Pescar su primera trucha, un recuerdo inolvidable y decisivo

© Kizou Dumas

Nunca se olvida la captura de la primera trucha. Para algunos pescadores, el lugar y las circunstancias están impresos en blanco y negro en la película de sus recuerdos. Un momento breve, pero que a menudo determina toda una vida.

Todo por descubrir

Continuemos nuestro viaje por el Dunière. Saliendo de Laval para seguir el río río abajo, entramos en un valle sonriente rodeado de prados de heno. Una pasarela de estilo japonés cruza el río, evocando inmediatamente a Claude Monet y su jardín de Giverny. Un poco más adelante, un camping acoge a turistas, en su mayoría holandeses.

En Vaubarlet, el acceso al río es fácil y muy adecuado para los que se inician en la difícil disciplina de la pesca de la trucha. Fue aquí donde yo también me inicié y empecé a amar la pesca.

En aquella época de mi vida, estaba en la edad en la que todo estaba por descubrir, constantemente asaltado por multitud de sensaciones nuevas: los olores sobre todo, pero también el contacto con los animales y la empatía que ello conlleva. Las imágenes de un lugar insólito en el que nunca habías estado hacen de esas primeras veces momentos mágicos que vivirán para siempre en tu subconsciente como un hombre en ciernes.

Mi primera trucha

Debía de tener casi diez años cuando fui a Vaubarlet por primera vez. Mi padre me había comprado todo el equipo que necesitaba para pescar a spinning: una caña de fibra de vidrio, un carrete de spinning con hilo de nailon de veinte centésimas y una caja llena de cucharillas de varios tamaños. Cuando abrí la tapa, pensé que mi padre me había gastado una broma. Atrapar peces con aquellos trastos, aunque estuvieran bellamente decorados, parecía muy improbable.

Sin embargo, como no quería decepcionarlo, fijé uno de esos extraños artilugios al extremo de mi sedal y, bajo su atenta y benévola mirada, hice unos cuantos lanzamientos. Aunque los primeros lanzamientos fueron bastante torpes, pronto adquirí cierta destreza en este pequeño juego. Sabiendo que mi padre me observaba, me concentré en enviar mi señuelo al centro del lecho del río. Entonces ocurrió algo increíble: mi punta se dobló de repente y sentí que la caña temblaba en mi brazo. Acababa de pescar mi primera trucha. ¡Qué momento tan emocionante!

En aquel momento no tenía ni idea de que si la trucha había sido atraída, era yo quien había mordido el anzuelo de una pasión que nunca me dejaría marchar.

La emoción fue tan fuerte aquel día que me convertí, y he seguido siéndolo, en un apasionado de la pesca.

Más artículos sobre el tema