Los peces son animales de sangre fría
Los peces son animales de sangre fría, lo que influye mucho en su actividad y comodidad. Su temperatura corporal varía en función del entorno. Cuando la temperatura ambiente es baja, su metabolismo se ralentiza. Se vuelven menos activos. Por el contrario, cuando la temperatura sube, su metabolismo se acelera.
Para cada especie, existe un óptimo térmico en el que las condiciones son perfectas en cuanto a oxigenación del medio y temperatura corporal. Es en este intervalo cuando la actividad será máxima.
En verano, cuando el agua está demasiado caliente, favoreceremos las horas más frescas del día para encontrar peces activos, y en invierno, como es lógico, haremos lo contrario, sobre todo cuando la temperatura del agua apenas alcance un puñado de grados.

Una ola de calor
En este sentido, el momento del día en que el sol está en su cenit y las temperaturas son más altas es la hora de comer. Es entonces cuando la hora de comer cobra todo su sentido Sin embargo, esta afirmación no siempre es cierta, y la idea general es favorecer el momento más soleado del día con la esperanza de conseguir un pico de actividad. Cuando las temperaturas del aire y del agua han subido, es natural planificar las salidas en pleno invierno entre las 10.00 y las 15.00 horas.
Mayor luminosidad
Uno de los factores que también favorecen los picos de actividad, sobre todo para los lucios, es la luz ambiental. En esta franja horaria, con cielos despejados en particular, los lucios podrán cazar con eficacia, y esto es aún más cierto cuando el agua está teñida.

Elige riberas soleadas
Teniendo esto en cuenta, en pleno invierno siempre es mejor elegir las orillas de un lago o río más expuestas al sol.
Si este banco se beneficia de más de una zona poco profunda, es muy probable que los depredadores abandonen temporalmente las profundidades para subir a las mesetas donde, durante unas horas, podrán beneficiarse de un grado centígrado más.
Cuanto más tiempo esté expuesta al sol la orilla y cuanto menos profunda sea, mayores serán las posibilidades de encontrar en pleno día a unos cuantos carnívoros merodeadores en busca de un agradable confort térmico.

¿Y el viento?
En muchos casos, tiene sentido pescar en la orilla de barlovento por una serie de razones relacionadas con la presencia de alimento y las condiciones de caza, pero esta regla no siempre es cierta.
En general, es esencial tener en cuenta la influencia del viento en la temperatura del agua, sobre todo en invierno. Con el agua a 5 grados y un viento de poniente más cálido, la temperatura del entorno puede aumentar considerablemente, lo que permitirá que se reúnan los depredadores. Por el contrario, si sopla un viento frío en el agua, tenderá a bajar aún más la temperatura ambiente y será preferible prospectar en zonas protegidas.