Es diciembre en el sur de Bretaña y las aguas han sido masticadas por las lluvias de las últimas semanas. Probablemente sea el último viaje del año.
Ese día, atacamos un lugar que conocemos bien en tracción y lineal. Por mi parte, dado el color del agua, elijo colores naturales, pero predominantemente negros y opacos, esperando que este contraste marque la diferencia en estas aguas tintadas. En cuanto a mi compañero, se decanta por el rosa, simplemente porque le gusta este color...

Una diferencia significativa
En cuanto se realizan las primeras derivas, mi compañero registra aciertos o capturas mientras que mi señuelo permanece totalmente ignorado. Si el rosa es un color que me suele gustar, sobre todo para el abadejo y el atún, debo admitir que no está presente en mis cajas para la lubina y que ¡hoy no tenía previsto ponerlo al final de mi línea! Sin embargo, el análisis de estos primeros minutos me indica claramente que debo proceder a una adaptación estratégica de la elección de mi señuelo.
Un color más fresco que la sal
Aunque no tengo nada rosa en mi caja, tengo algunos colores llamativos por si acaso... En particular, tengo algunos sábalos diseñados para el arrastre en un color amarillo neón perca que se diseñó originalmente para la pesca en agua dulce. Esto no deja de ser un concepto teórico, ya que un pez carnívoro sigue siendo un depredador como cualquier otro, sea cual sea el medio en el que viva. Así que cambio mi color natural por esta perca de color llamativo.

Recompensa inmediata
La espera fue corta y en la siguiente deriva, mi señuelo fue castigado con una huelga bien marcada que terminó con la captura de un bajo de tamaño respetable. Varias capturas siguieron hasta la pérdida de un gran espécimen por desgracia.
Entender los colores como mensaje
En la pesca de la lubina, por costumbre y porque las aguas suelen ser claras, los pescadores prefieren, o incluso se limitan, a los colores naturales basados en tonalidades azules o verdes correspondientes a las presas habitualmente cazadas. Pero en contextos específicos, como ese día, en el que las aguas están muy tintadas con una luz ambiente más bien escasa, se vuelve importante encontrar un subterfugio que permita hacer nuestro señuelo visible y fácilmente localizable por los depredadores. Así pues, es importante vincular el color identificado por nuestros ojos con el que percibirán los peces.
No sólo la visibilidad en el agua es extremadamente reducida, sino que los colores son absorbidos uno a uno con la profundidad y acaban desapareciendo para dar paso a una gradación gris. Así que este amarillo, tan llamativo en nuestra mano, finalmente deja de serlo 10 metros más abajo y se queda al final sólo en un simple mensaje para las barras limitado a "¡a la vista, aquí estoy!"

Poner a prueba la teoría
Durante sus salidas de pesca, si es evidente que los primeros señuelos elegidos deben corresponder a parámetros identificados de colores del agua, presas, luminosidad, actividad, etc... No debe dudar en ir en contra de lo que parece lógico y evidente. Los colores totalmente llamativos e incitantes resultan a veces muy atractivos en aguas translúcidas, por sorprendente que pueda parecer. Así que ¡sé atrevido! Así aumentará regularmente su repertorio de respuestas y multiplicará sus capturas.