Si hay poca pesca, los peces están activos de forma regular y, por lo tanto, es fácil que sus salidas sean un éxito. En cambio, cuando la presión pesquera es alta, los picos de actividad suelen ser muy breves y localizados. A menudo dependerán de factores muy específicos, como la luz, la hora del día y el tiempo.
El viento es muy a menudo un factor determinante en el éxito de nuestras salidas, ya que puede desencadenar la actividad de los depredadores por diversas razones que intentaremos comprender. Además, la dirección del viento puede ayudarnos a determinar dónde localizar a los peces y, por tanto, a orientar nuestra estrategia.

Oxigenación del agua
Al agitar la superficie del agua y a veces incluso crear un oleaje o corriente superficial, el viento mezcla el aire ambiente con el agua, oxigenándola. El viento aumenta la velocidad de disolución del oxígeno en el agua. Esta velocidad es máxima en torno a los 14° y disminuye a medida que aumenta la temperatura... En estas condiciones, es fácil comprender que en verano, y sobre todo cuando hace mucho calor, el viento puede ser un factor decisivo en la actividad de los peces.

Cambiar la temperatura del agua
Además, cuando el viento agita el agua, su temperatura varía. Si el aire está más caliente que el agua, su temperatura aumentará y, en invierno, esto puede desencadenar la actividad de los peces. En cambio, cuando el aire es más frío que el agua, su temperatura desciende. Si esto es una ventaja en verano, en invierno tendrá un efecto negativo en nuestros resultados.

Difracción de la luz
Los efectos del viento que agita la superficie del agua no se limitan a los niveles de oxígeno y a los cambios de temperatura del agua. De hecho, cuando la superficie del agua se arruga, la luz se difracta, es decir, sus rayos se desvían y esto tiene el efecto de reducir la luminosidad ambiental del entorno.
Este fenómeno físico puede desencadenar la actividad de los depredadores, que aprovechan la menor luminosidad para sorprender y capturar a sus presas. Así, sobre todo cuando el agua es clara, una bajada de luz provocada por el viento o la desaparición del sol puede convertir una piscina en una auténtica piscifactoría.

Creación de una cadena alimentaria en los bordes
Por último, cuando el viento agita el agua y se forman olas, éstas golpean la orilla. Esto no sólo altera el agua al suspender partículas de tierra o lodo, sino que también remueve partículas de alimento (larvas, gusanos, plancton, etc.) de las que inevitablemente se alimentarán los peces pequeños... Lógicamente, los depredadores les seguirán. El viento crea así una cadena alimentaria local y efímera que hay que comprender para localizar a los peces y capturarlos.

El banco expuesto
Así pues, en la inmensa mayoría de los casos, la orilla expuesta al viento es muy superior a la otra, y ésa es la que hay que buscar primero.
Sobre todo en pleno invierno, cuando el viento es especialmente frío, puede que su actividad se desarrolle en zonas resguardadas y soleadas. Pero no olvides nunca, cuando llegues a un tramo de agua, observar la dirección del viento, sobre todo si se ha establecido desde hace varios días, para definir tu rumbo.