No entiendo esta frase. La verdad es que no. Sólo sé que tardaré algún tiempo en comprender lo que significa. Me suena a verdad, pero ya sé que queda mucho trabajo por delante.
lo importante no es pescar", dice el pescador, "sino intentarlo" René Barjavel.
Entender qué es un acto de civilización
Un acto de civilización es todo aquello que aleja a los seres humanos de la brutalidad, la barbarie, la indiferencia o la dominación ciega. Es un gesto, un compromiso o una política que pretende elevar la condición humana, reforzar la justicia, la solidaridad o el respeto por los seres vivos.
Estos actos pueden ser espectaculares, como la abolición de la esclavitud, o cotidianos, como proteger una especie en peligro, transmitir conocimientos, preservar un río o educar a la gente sobre la protección del medio acuático.
Pero, ¿acaso los animalistas no acusan a menudo a la pesca de barbarie? Sería ingenuo pensar que todo acto de civilización es puro. Como nos recuerda el filósofo Edgar Morin: "No hay signo o acto de civilización que no sea al mismo tiempo un acto de barbarie

Esta ambigüedad también existe en la pesca recreativa. Pescar significa capturar peces e interactuar con seres vivos. Pero también es una oportunidad para aprender a hacerlo de otra manera. La pesca recreativa, vista como una práctica ética y respetuosa, es, como decía Olivier, un acto de civilización.
Pescar no es sólo capturar peces. Se trata de estar en la naturaleza, observarla e intentar comprenderla.
"Sólo el pescador conoce el sabor exacto de la mañana, el sabor del pan y el sabor del café al amanecer. Sólo él goza de estos exorbitantes privilegios. Nacido sutil, no habla de ello. Se lo guarda para sí. Es un secreto entre él y el pez, entre él y la hierba, entre él y el agua René Fallet
La pesca nos hace asumir nuestras responsabilidades.
Le invita a tomar decisiones: ¿cosechar o liberar? ¿Respetar el caldo de cultivo o ignorarlo? ¿Transmitir conocimientos o guardar secretos? ¿Actuar solo o acompañado? Se convierte en humanista cuando encarna ciertos valores fundamentales.
Respeta los seres vivos: los pescadores toman conciencia del valor de la naturaleza y de los peces, limitan sus capturas, liberan los peces cuando es posible o pescan de forma ética. Crea vínculos humanos: entre generaciones (pesca familiar), entre amigos o a través de asociaciones (AAPPMA) donde los voluntarios se comprometen con el bien común.
Educa: transmitiendo conocimientos, iniciando a los jóvenes en el respeto a la naturaleza, combatiendo la indiferencia o la violencia hacia los seres vivos. Se compromete con el medio ambiente: limpiando los ríos, luchando contra la contaminación, preservando los medios acuáticos. Defiende el derecho de acceso a la naturaleza para todos, sin distinción social, financiera o cultural.
Pero no lo es cuando... Se vuelve puramente depredadora o egoísta: captura sin límite, sin respeto por los peces o el medio ambiente, ignorando las normas biológicas o reglamentarias. Excluye a los demás: privatización excesiva de los cursos, mentalidad elitista, rechazo de los principiantes o de los pescadores diferentes. Es indiferente a las cuestiones ecológicas, a los demás usuarios de la naturaleza o al sufrimiento de los animales.

Asociaciones de pesca
En Francia, la pesca recreativa se basa en un modelo asociativo: las AAPPMA. Estas asociaciones gestionan el medio ambiente, mantienen las rutas de pesca y llevan a cabo actividades de educación, vigilancia y protección. Al comprar una licencia de pesca, estás apoyando un compromiso voluntario con la naturaleza y el bien común.
La pesca asociativa también desempeña un papel:
Reconectar naturaleza y sociedad: la pesca es un contrapunto al pensamiento urbano desconectado del mundo vivo, donde el antiespecismo suele desarrollarse en un mundo abstracto o idealizado.
Actuar ecológicamente sobre el terreno: los pescadores, que a menudo son los primeros en alertar de la contaminación, mantener las riberas y vigilar los ecosistemas, emprenden acciones concretas allí donde otros se contentan con eslóganes.
Es un recordatorio de la complejidad ecológica y de la humildad necesaria para tratar con seres vivos: la naturaleza no es un mundo de paz vegetariana. Es un mundo de relaciones, interacciones y, a veces, depredación. Entrar en ella significa aprender a lidiar con esta complejidad, no negarla.
El mundo de las redes
Las redes sociales han sustituido a las chimeneas. Antes se colgaba un pez disecado como un trofeo silencioso; hoy se cuelga una foto de la captura en Instagram o Facebook. Los "me gusta" han ocupado el lugar de los cumplidos familiares, y cada notificación halaga el ego del pescador.
Pero este espejo digital distorsiona la realidad: da una imagen falsa de la pesca y de las capturas. Una salida sin un lucio de un metro se considera casi un fracaso, mientras que un lucio de 80 cm ya es un pez magnífico, fruto de la paciencia y la habilidad. Esta búsqueda de lo espectacular oscurece lo esencial: la belleza del momento, el equilibrio del entorno, el encuentro con los seres vivos. La pesca humanista, en cambio, se desarrolla a la sombra de las pantallas, con paciencia y discreción, donde lo esencial no puede medirse en likes.
Esta ilusión de grandeza fomentada por las pantallas también debilita la imagen pública de la pesca. A los ojos de quienes desconocen nuestra pasión, parece una carrera de trofeos, una afición centrada en el rendimiento. Esta percepción, a menudo falsa, alimenta la crítica fácil y los juicios precipitados. Sin embargo, la realidad sobre el terreno es bien distinta: detrás de cada salida se esconde una preocupación por el medio ambiente, una humildad ante los seres vivos y, a menudo, acciones concretas para protegerlos.
El mundo cambia y las críticas a la pesca evolucionan. A veces proceden de personas que ni siquiera han cogido nunca una caña, pero que proyectan una visión idealizada y abstracta sobre el mundo vivo. Lejos del campo, de los ríos y de la vida real. La respuesta no es la ira, sino la inteligencia colectiva. La inteligencia colectiva de las asociaciones de pescadores, de sus miles de voluntarios, de quienes saben que para proteger un río hace falta algo más que un tuit.

Conclusión
La pesca recreativa se convierte en un acto de civilización cuando rechaza la brutalidad, la sobreexplotación y la indiferencia. Cuando busca comprender en lugar de dominar, transmitir en lugar de acumular, proteger en lugar de capturar sin límite. Es profundamente humanista cuando se basa en la razón, el respeto, la solidaridad, la educación y la preocupación por el bien común, y se inscribe en una lógica de progreso moral y ecológico.
En un momento en que se habla de reconciliar al hombre con la naturaleza, la pesca, si se practica conscientemente, puede ser un medio discreto pero poderoso de transformación. Un lugar para conectar, para aprender, para comprometerse. Un lugar donde aprender no sólo a pescar, sino a convivir con la vida de otra manera. Y en este mundo en crisis, cada acto de civilización cuenta. Incluso el acto de poner un sedal en el agua, abierto a los actos naturales, a los de la naturaleza.