Entre aficionados a la pesca en kayak
No siempre es fácil hacer coincidir los horarios de todos, pero en invierno viene bien salir con alguien. Para esta sesión, pude reunirme con mis colegas habituales. En estos momentos, es difícil encontrar huecos "tranquilos", y no es tan fácil reunir a varias personas. Cuando es posible, es el tipo de salida que hay que hacer. En condiciones invernales, es más seguro salir en grupo, porque si tienes algún problema, puedes contar con tus amigos para que te ayuden.
También es más amistoso y motivador, ya que siempre hay un poco de competición entre pescadores en el agua. También es una forma estupenda de comparar diferentes técnicas, señuelos y animaciones, y de delimitar una zona de pesca más amplia. Y al final de la jornada, la mañana se completa con un aperitivo compartido, en el que se vuelve a hablar del mundo de la pesca: eso es lo que define esta pasión compartida, el compartir y la convivencia.

En busca del lugar amarillo
Para esta salida en grupo, decidimos adentrarnos en mar abierto en busca de uno de nuestros objetivos invernales, el abadejo. De momento aún podemos pescarlo, pero habrá que estar atentos a las próximas negociaciones sobre la política pesquera para 2024. Como de costumbre, todo esto se debatirá en Bruselas entre el 10 y el 12 de diciembre, y parece que nos encaminamos hacia una moratoria para esta especie, así que no lo pierdas de vista... En cualquier caso, estábamos en la playa de salida al amanecer, y disfrutamos de uno de esos amaneceres magníficos cuando las condiciones meteorológicas son las adecuadas. Desde los primeros metros, los peces nadadores que echamos al agua durante el tránsito interesan esta vez a los calamares. Es bastante inusual capturarlos con peces nadadores en 2 metros de agua, deben estar hambrientos...

Tras 3/4 de hora de navegación, llegamos a nuestros primeros puntos. Aún nos quedaba una hora antes de que la marea cambiara al coeficiente 81. Los peces estaban allí, como de costumbre, y fueron los señuelos en forma de arpones los que los decidieron, Talashad en los colores claros. El agua por fin se volvió menos turbia y me ceñí a mi regla de elección de colores: agua clara/señuelos claros, agua oscura/señuelos oscuros. Después de pescar mi primer pez bonito muy rápidamente, subí la deriva, bajé el señuelo al fondo, volví a coger el pick-up, accioné la manivela y ¡disparé un gran cartucho! El pez me sacó unos diez metros de sedal y ahí se acabó todo. Recojo rápidamente el sedal, sin tiempo para recoger el bajo de línea. Cojo la segunda caña, que ya está preparada, bajo el señuelo, noto cierta holgura en el sedal, lo engancho y queda enganchado.

Empieza con fuerza, el arrastre canta, es bonito. Noto que intenta volver a bajar para rozar el sedal con los guijarros, pero consigo contenerlo y es más fácil en aguas abiertas. El freno responde a sus aceleraciones y mi manta aguanta los golpes. Al final, llegó a la red de aterrizaje, que es un lugar agradable para estar. Mis compañeros no se quedaron atrás y la dorada, la faneca, la vieja y la coqueta se abrieron paso hasta los flotadores. Fue una mañana estupenda para los aficionados a la pesca en kayak.

Hacia el mediodía, aprovechamos la corriente de la marea, ahora bien marcada, que nos llevará tranquilamente de vuelta a nuestra playa de lanzamiento. Limpiamos los peces que hemos conservado y cortamos las plumas de la cola para asegurarnos de que estamos a salvo. Nuestras amigas las gaviotas aprovechan la ocasión. Tomamos un tentempié y, por supuesto, volvemos a salir. Estas pocas horas en el agua han pasado demasiado rápido, no podemos esperar a la próxima, estamos pendientes del tiempo.