Hola Jérôme, ¿podrías presentarte a nuestros lectores?
Hola Laurent y gracias por esta entrevista. Soy Jérôme Magnier-Moreno, pescador con mosca, escritor y pintor (bajo el nombre de Rorcha). Estas tres identidades me aportan experiencias muy diferentes, pero que se enriquecen mutuamente. El tríptico pintura-pesca-escritura es un poco como mi ecosistema...
¿Cuánto tiempo lleva pescando y qué significa para usted?
Mis primeras salidas de pesca se remontan a mi infancia, cuando un hermoso riachuelo del Oise âeuros, el Nonette âeuros (que alimenta los estanques del Château de Chantilly), atravesaba el jardà n de mis abuelos. En cuanto pude coger una caña de pescar, mi padre me enseñó a pescar cucarachas. Durante las vacaciones de verano, cuando la luz se iba apagando, volviéndose anaranjada, y los pájaros piaban en los árboles, era el momento mágico en que mi padre y yo pescábamos cacho, gobio, sargo y cucaracha, uno a uno, con simples cañas de bambú y una minúscula miga de pan atada al anzuelo.
Al anochecer, cuando cerraba los ojos en la cama, aún podía ver los finos corchos de colores a la deriva en la corriente antes de hundirse de repente bajo la superficie del agua, señal de la tan esperada "picada". Así nació mi vocación de pescador, en la maravilla de aquel río y a través de ese precioso vínculo filial forjado en torno a la pesca que evoco en mi última novela Highlands.

En general, siempre he encontrado en la pesca una maravillosa y variada dimensión iniciática: a través de ella descubrimos un vínculo directo, casi animal, con la naturaleza y sus paisajes que comprendemos intuitivamente a través de la observación; también nos lleva a viajar a nuevas regiones, nuevos países y a hacer nuevos compañeros de pesca. Por último, es sin duda en parte mi amor por la pesca lo que me ha llevado a leer a los grandes escritores sobre la naturaleza salvaje y los ríos, entre ellos Hemingway, Thoreau, Harrison, Maupassant, Genevoix y Bosco (en la literatura francesa), pero sería injusto no mencionar a Norman MacLean, John Gierach, Richard Brautigan y tantos otros que han expresado con palabras su pasión por la pesca.
Sus libros y su obra están vinculados a la pesca. ¿Puede hablarnos más de su trayectoria profesional?
Durante las numerosas vacaciones de infancia que pasé en el Oise, no sólo me apasioné por la pesca del lucio y los ciprínidos, sino por el río en su conjunto, su valle, sus paisajes, su flora y su fauna. Tanto es así que, a la hora de elegir una orientación para mis estudios, la profesión de arquitecto paisajista me pareció que "fluía de la fuente".
En la École Nationale Supérieure du Paysage de Versailles, mi tesina de diplomatura de hace 25 años proponía la creación de una nueva profesión, la de "paisajista fluvial"; y si el descubrimiento de la pintura no hubiera interrumpido este impulso, creo que habría sido una especialización interesante y útil: los problemas actuales de contaminación de los suelos, las inundaciones cada vez más catastróficas o, por el contrario, la creciente escasez de agua, dan fe de la urgente necesidad de repensar los ríos y sus cuencas hidrográficas.
Pero al final opté por pintar, lo que por supuesto no impidió que el tema acuático se convirtiera en uno de mis temas favoritos. Peces, ríos, lagos, reflejos en el agua, nenúfares... He explorado sucesivamente todos estos temas tan pictóricos a lo largo de los últimos veinticinco años, e incluso cuando de vez en cuando mi pintura se ha vuelto más abstracta, la corriente del río siempre ha seguido irrigando mis composiciones.
Mi serie más reciente y extensa sobre un solo tema fue la dedicada a los lagos de Escocia, que pinté entre 2017 y 2024. Durante este periodo, también escribí la novela Highlands, también ambientada en Escocia. De este doble enfoque, pictórico y literario, nació esta novela ilustrada, publicada el pasado mes de mayo por Éditions Gallimard en la colección Le sentiment géographique.

¿Por qué la pesca y los viajes están tan estrechamente ligados en sus libros?
Después de descubrir el primer río de mi infancia, tuve que abandonar este Jardín del Edén cerrado y salir a descubrir el ancho mundo, sobre todo porque desgraciadamente se había vendido la propiedad familiar. La buena noticia era que había ríos magníficos por todas partes, incluso más espectaculares, transparentes y llenos de peces que el pequeño Nonette, del que pronto me di cuenta...
Viajar en busca de estos nuevos caladeros fue para mí un poderoso motor de exploración e incluso de emancipación, una especie de hilo de Ariadna hacia la vida adulta. Estaba el río Saguenay y sus salmones en Quebec, la Dordoña, sus truchas y tímalos en Argentat en Corrèze, y los lagos y ríos del norte de Escocia descritos en mi última novela. A medida que avanzaban mis viajes, cada nuevo río que visitaba ampliaba un poco más los límites del universo en mi mente, y siempre he tenido la sensación de que no conozco realmente un país hasta que no he pescado en uno de sus ríos.
Todo esto explica sin duda por qué me gusta escribir sobre aventuras iniciáticas en las que mis protagonistas, abandonando la zona de confort de su triste rutina, huyen hacia nuevos horizontes, centrando su sed de aventura en un río o un lago concretos. De alguna manera, la llamada de la pesca y de la naturaleza les rescata de su vida cotidiana, que amenazaba con engullirles, y de repente sus horizontes geográficos y mentales se amplían: el mundo vuelve a ser un lugar que merece la pena viajar, explorar y pescar a sus ojos y, espero, a los ojos de los lectores...

¿Tiene alguna anécdota de pesca que compartir con nuestros lectores?
Uno de mis recuerdos más vívidos de la pesca será sin duda aquel día, o más bien aquella noche, cuando tenía quince años, en que pesqué mi primer lucio. Hacía tiempo que me había hartado de la simple pesca de cucarachas que me había enseñado mi padre; ¡quería más! Pero sabía que el Nonette también estaba lleno de lucios. Así que me puse a leer y releer mi preciosa biblia verde La pêche, de Jérôme Nadeau, publicada por Larousse (estábamos aún muy lejos de los "tutoriales" de Internet...), y el capítulo que trataba de las diferentes formas de pescar este famoso pez de ominoso nombre latino Esox Lucius.
Durante este periodo autodidacta, el suspense no hizo más que crecer. Soñaba y tenía pesadillas con lucios, que se me aparecían como lobos de río sedientos de sangre, y las fotos de libros y revistas, con zoom sobre sus mandíbulas prognatas y sus 700 dientes, me perseguían durante las interminables jornadas escolares. Al principio, sin embargo, no pasaba nada. La pesca con cucharilla sólo me permitía pescar unas pocas percas, así que empecé a explorar la técnica de la pesca viva, que finalmente me dio algunos resultados alentadores: en varias ocasiones encontré mis cucarachas cortadas por la mitad del cuerpo. La forma en que se abrían en rodajas era impresionante, un gran lucio con setecientos dientes estaba al acecho, y parecía formidable...
Una noche, había dejado en el pontón un sedal con dos anzuelos triples (un montaje que mi Larousse llama "Jardine"), y mientras cerraba las persianas de mi dormitorio antes de acostarme, oí de pronto a lo lejos el freno del carrete zumbando. Treinta años después, aún recuerdo el aullido estremecedor del sedal al enrollarse a toda velocidad, y las escaleras de la casa que bajé de cuatro en cuatro para acercarme al río. Cuando llegué allí, temblando en la oscuridad, el lucio ya había recorrido al menos cien metros río abajo, zambulléndose directamente río abajo. Agarrando la caña y trabando el sedal, vi las salpicaduras de la bestia detenida en seco en la oscura y lechosa lejanía. Tuve que enrollar pacientemente al monstruo rezando sin cesar para que el sedal no se rompiera dándole más cuerda cuando, cada vez que creÃa que lo habÃa vencido, el lucio volvÃa a despegar como un cohete, arriesgándose a llevarse todo por delante. Puede que me llevara un cuarto de hora de fiebre y adrenalina traerlo de vuelta al puente donde, volcando sobre su largo y blanco vientre, se dejó volcar en el carrete de mi abuelo.
Este magnífico lucio medía 80 cm y pesaba 4 kg. Creo que nunca me he sentido más orgulloso en mi vida que aquella noche.
¿Algún sueño de pesca en particular?
En el sentido más estricto de la palabra, sueño a menudo con la pesca y los ríos, y más concretamente con este querido Nonette, que sigo recorriendo en mis noches, como pescador o como simple paseante, como si nunca me hubiera marchado. Los lucios, los patos y los gobios siguen ahí... De hecho, me sorprende lo fiel que es mi subconsciente a este lugar, sobre todo porque con cada nuevo sueño, el paisaje cambia como si siguiera sujeto al tiempo y al clima del mundo real, como si estuviera sujeto al cambio de las estaciones o a tal o cual desarrollo de los desconocidos residentes locales... Al final, sueño como un pintor, "en serie", sin cansarme nunca de jugar con las variaciones de un mismo motivo.
En cuanto a un sueño en el sentido de "deseo", creo que el más hermoso y salvaje sería el de la restauración ecológica de los ríos en Francia y en otros lugares. Pero los numerosos problemas que describí en el año 2000 en mi disertación sobre el paisajismo (que de por sí ya tenían unos cincuenta años) siguen siendo tristemente actuales, e incluso se han agravado con el cambio climático. Pero como soy optimista por naturaleza, me inclino más por recordar el ejemplo reciente de la espectacular mejora de la calidad del Sena para acoger las pruebas de natación en aguas abiertas de los Juegos Olímpicos de París, que parece demostrar que la voluntad política es un factor determinante... ¡Esperemos que este tipo de acciones a gran escala marquen nuevas pautas para que los niños del futuro puedan seguir pescando con sus padres en las orillas de los ríos!

¿Cuáles son sus nuevos proyectos?
Desde el punto de vista artístico, después de mi extenso trabajo sobre Escocia, sigue siendo una incógnita. Pero desde el punto de vista de la pesca, tengo en proyecto un viaje a los lagos de las Highlands para la próxima primavera. El hecho de que vaya allí, o más bien "hasta allí", en tren nocturno (el Caledonian Sleeper), añade un cierto condimento a la aventura a mis ojos.