Adaptación a las condiciones
Por fin una tregua después de tres semanas de turbulencias y dos grandes tormentas. Tras un largo periodo sin poder meter el kayak en el agua, por fin ha llegado una breve tregua. No es un hermoso día de otoño como los que se pueden tener de vez en cuando, pero unas horas sin viento ni lluvia bastan. Por supuesto, las temperaturas han bajado. Y también el agua del mar, que está a 11,5°C. La última vez que salimos, hace unos veinte días, todavía estaba a 16°C. La marea está bajando, con un coeficiente de 86 y un cambio de marea hacia el mediodía.

A la hora de preparar una salida, hay que tener en cuenta todos estos parámetros diferentes para establecer un esquema básico de la estrategia que se va a poner en marcha. Salvo que un parámetro adicional ha entrado en la ecuación: la turbidez del agua. Tras una veintena de días de lluvias y vientos intensos, el puerto de Brest se ha cargado del lodo que arrastra el agua, que está arrasando las tierras de cultivo. Es marrón/verde y hay mucha agua dulce, ya que estamos en la marea menguante. Por lo tanto, se puede prescindir de los peces nadadores y de los señuelos blandos, ya que a menos que se pongan justo delante de la nariz de un pez potencial, hay pocas posibilidades de encontrar actividad. Un cambio de estrategia, entonces, y es hora de una sesión de cefalópodos.

Buscando calamares
Como a los calamares no les gusta mucho el agua dulce, tendrá que buscarlos en el fondo marino más profundo de esta parte del puerto. Normalmente a unos quince metros de profundidad. Como el agua está turbia, voy a utilizar un doble jig fosforescente en la parte inferior del montaje del tataki, un Aurie Q 3D de Yo Zuri. Arriba, mi jig flotante tradicional, un ultra calmero, también de Yo Zuri. Para aumentar la superficie explorada, voy a hacer un poco de curricán lento con el tataki, lo que aumentará las posibilidades de encontrar algunos clientes.

Y el método funciona, después de encontrar unas cuantas sepias, acabo decidiéndome por unos bonitos calamares. Los encontré junto a las cadenas de las boyas del canal, quizás encuentren su alimento alrededor de estas cadenas o quizás las utilicen como marcadores para encontrar sus zonas de caza, no sabría decirlo, lo principal es encontrarlos. Personalmente, no guardo las sepias, prefiero los calamares para cocinar, que terminarán con salchichas merguez y pimientos, como la última vez, esta receta es excelente.

En estas condiciones meteorológicas, hay que encontrar una solución, también podría haber utilizado algún atrayente que sea eficaz cuando el agua está turbia, pero lo había olvidado... Rastrillar el suelo fue la solución adecuada para esta salida, también pude decidirme golpeando varias veces la arena con el plomo del aparejo. Este pequeño ruido incongruente o las vibraciones generadas por el contacto del plomo con el fondo deben ser sentidos por los calamares, al menos eso creo y estos animales son curiosos por naturaleza. En resumen, las malas condiciones pueden ser una ventaja, ya que te animan a innovar, a cambiar tus hábitos, en una palabra a adaptarte, que es uno de los placeres de la pesca.